"El movimiento imperial no surgirá hasta que haya en el mundo un ser capaz de gobernarse a sí mismo"

viernes, 7 de mayo de 2010

X. La nebulosa Psicosomática

Bajo una fuerte e inadvertible modorra, la mujer pseudo-gnomo se había quedado dormida. Por encima de ella, un chicle rosa pegado en la parte oculta de su mesa de salón, por debajo, la alfombra.

- ¿Quién coño ha pegado un puto chicle en mi mesa?

Medio estúpida, en parte por el sueño que acababa de tener, en parte por méritos propios, salió como pudo de su escondite, único lugar posible en toda la casa que había encontrado para pensar, justo dos horas antes de despertarse.

Miró el reloj y suspiró, siempre lo dejaba todo para el último momento.

Cuando la mujer pseudo-gnomo abrió su gran carpeta roja y buscó el apartado de evaluaciones de 3º no pudo creer lo que vio. Otra pseudo-gnomo ajena a ella había hecho su trabajo. Se sintió orgullosa y decepcionada a la vez. No era propio en su persona hacer las cosas con previsión y organización, y, en parte, se acababa de defraudar a sí misma. La mujer pseudo-gnomo sería vaga, pero no gilipollas. En sentimiento defraudante desapareció cuando se sintió más aliviada que después de parir a su segundo hijo, Michael.

Es broma, la mujer pseudo-gnomo no tenía hijos.

¿Cómo no había recordado que, meses atrás, un día especialmente estresante, después de clase, cuando los niños ya se habían ido, le entró la imperiosa necesidad (cómo no) de realizar la evaluación general, justo después de una charla muy motivante con su amiga de ultramar?

Consideró imprescindible adelantar la cita con su amiga y cogió el teléfono.

A los cinco minutos colgó y se empezó a preparar para salir de casa.

Y pensar que había estado a punto de trabajar en vano…, eso sí que habría sido motivo de una depresión para la señorita Gómez de Miranda y no la insistencia de su casero por los retrasos e impagos del alquiler o la presión familiar que tenía cada martes a las 10:15 pm, cuando recibía la llamada de su madre, que tenía un don singular para que el teléfono le calentase la oreja de una manera sobrecogedora, tanto que tenía que ir cambiando de oído cada cinco minutos.

Las conversaciones, por no llamarlas monólogos, constituían un tiempo absolutamente perdido de su vida, pese a que dejara el manos libres encendido y se dedicara a no escuchar mientras limpiaba el polvo o hacía la cena, en el fondo estaba amargada, y sólo interrumpía a su progenitora para decir ¿ah sí?, claro o ya veo.

Despertó, está vez de la profundidad de sus pensamientos, y se fue a la ducha. Si su cuarto de baño tuviese ventana habría admirado lo bonito de la tarde del domingo, pero daba igual, cualquier día es bonito cuando se está encerrado en casa por voluntad y vicio propio, con o sin ventanas.

15 minutos después sonaba el timbre y la pseudo-gnomo abría a su amiga.

- Te veo muy contenta, dijo su amiga como saludo, tras dos meses sin verse. ¡Qué bien!, entonces podremos hablar de cómo estás y que tal llevas eso.

- Mmm, no, casi que no.

- No puedes seguir evitando hablar del tema, porque es evidente que no lo has superado, si ni quiera eres capaz de hablar contigo misma. Deberías preocuparte un poco más por todo lo que te está pasando.

- La única preocupación que quiero tener ahora mismo es la de que no se me duerma la mano cuando me echo la siesta, concluyó la mujer pseudo-gnomo.

Tras dirigirse a su armario, y ponerse una chaqueta, cogió la correa de su perro Rigoberto y se agachó para hablar con él.

- ¿Quién es el perro más guapo?, ¿eh?, ¿quién quiere salir a dar un paseo?, ¿quién no molesta con preguntas de mierda?

- Eres ridícula hablando con un perro que todavía no tienes.

- ¿Acaso no vamos a comprarlo?, pues ya está, lo mismo me da que ciento volando.

Cerró la puerta y se guardó las llaves. Al bajar el primer peldaño de las escaleras protagonizó un amago de tropiezo, salvado rápidamente por su siempre alerta y anticipadora amiga de ultramar, que evitó una patética y ridícula caída.

Una vez recuperado el equilibrio y la dignidad, la mujer pseudo-gnomo continuó su camino mientras se daba cuenta de que el chicle también lo había pegado ella.

Empezaba a tener capítulos de amnesia voluntaria.

2 Comentarios Kracovianos:

Stranvock dijo...

Por fin, mnos mal q s acercan los exmns . . .

Charles Parrens dijo...

Jajaja

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