IX. Desafíos y victorias amontonados sobre la mesa de billar neozelandesa
La mujer pseudo-gnomo ya se echaba de menos a sí misma cuando, de pronto, despertó. Volvía a estar tumbada en el sofá de su piso, tapada con una manta y con la tele irradiando un desagradable espectro luminoso hacia la totalidad de su salón.
La misma sensación que se había apoderado de ella justo antes de despertar, la que le pedía que lo hiciera, que volviera a su vida real, se invertía ahora y le presionaba el cuerpo y el cráneo hacia dentro. Tenía una profunda corazonada, sospechaba que se avecinaba lo peor; lo más denigrante, a su parecer, era regresar a una vida perfectamente transparente en la que las sorpresas no existían y donde, hasta hacer algo fuera de lo común, estaba planeado de antemano. Tenía demasiado tiempo para pensar, y eso no es bueno ni para la persona más feliz del mundo. Aquella extraña sensación le intentó cerrar los ojos, le intentó aprisionar, consiguió apretar el edredón, de tal forma que la señorita Gómez de Miranda no fuera capaz de encontrar salida posible, y le provocó un enorme bostezo como señal de lo que acontecería en breves instantes.
Pero, por primera vez en bastante tiempo, la mujer pseudo-gnomo actuó por cuenta ajena a su persona. Se desafió a sí misma, y a esa extraña y manipuladora sensación, con forma de relación sentimental no superada pese a los meses de inexistencia. Con toda la fuerza que pudo, obsequió a su edredón con una patada que la liberó, en parte, de su prisión somnoliente. Tras esto se tiró al suelo, esquivó ágilmente la pata de su mesa de salón, con el sencillo propósito de no golpearse en la cabeza y se levantó de un salto.
Triunfante y poderosa se despojó de la ropa y se dirigió al baño. Antes de meterse en la ducha examinó su cuerpo menudo en el espejo y llegó a la conclusión de que al menos existía algo que todavía no había cambiado.
Sin saber cómo ni por qué, ni si quiera después de verter por el desagüe 380 litros de agua, salió feliz y contenta del cuarto de baño, y se dirigió, mientras creaba un camino de agua a su paso, hacia su casi-vacío armario. Eligió la ropa, se secó con su toalla, y se vistió al ritmo que canturreaba una canción que sonaba ya en su equipo de música. Era natural que el ritmo de la melodía se apoderara de ella. Terminó cantando a grito pelado, subida en la mesa del salón, con un plátano como micrófono, desgañitándose ante su público de libros de cuentos e inclinándose para sacar la voz de negra que toda ganadora de concurso de música country de pubs irlandeses debe llevar en su interior.
Una vez acabado el show, y recordada la temprana hora que era, la mujer pseudo-gnomo apagó el equipo de música, se puso uno de sus largos y preciados abrigos y salió de casa, camino a su renovada rutina.
6 Comentarios Kracovianos:
Madre mía...
XD
a mí la Pseudognomo me vuelve loco, cuanto mas leo de ella, menos me la imagino físicamente
¿sabias que los neozelandeses, se comen los kiwis(la fruta, no el pajaro) sin pelar?
Está bueno.
Tu lo has probado?, está bueno porque sabes que está bueno o porque te lo han contado?
Lo he probado, obviamente.
Ugg, existe un pájaro llamado kiwi?
Publicar un comentario