"El movimiento imperial no surgirá hasta que haya en el mundo un ser capaz de gobernarse a sí mismo"

sábado, 27 de febrero de 2010

II Sin título

La mujer pseudo-gnomo decía paparruchas mientras le ataba las manos con una cinta de color rojo. De rodillas, con las manos en posición de rezo pero sin rezar a nadie, ya que nunca fue de admiraciones carpesianas, y con los ojos cerrados, se entregaba enteramente, y con una aptitud ciega, como si a la de un dios se tratase, a lo que el destino, materializado en mi persona, tuviera encomendado para ella.

Una taza, que segundos antes había estado rebosante de un café que nunca llegó a probar, se había desintegrado por todo el suelo del salón de su piso, y ahora se encontraba repartida en miles de trocitos de cerámica junto con el café, que encharcaba su lujosa tarima flotante de jatoba. Las tazas robadas del Starbucks traían una maldición consigo. Sólo llevándotelas cubrías el precio del café, pero el poder intrínseco de la taza, se revelaría contra ti en el momento menos esperado, y eso es justo lo que le acababa de suceder a la mujer pseudo-gnomo.

- Estate quieta, le dije, anticipándome a un acto de rebeldía inadmisible.
- Paparruchas, me contestó.
- ¿Paparruchas qué?, comenté intrigado
- Paparruchas, repitió la mujer mentalmente desequilibrada, en un intento de reafirmar lo que ya se reafirmaba por cuenta propia.
- Pues paparruchas, terminé afirmando yo, a su vez, con mucha convicción.

La mujer pseudo-gnomo nunca fue psicóloga y nunca creyó serlo, pero es cierto que dominaba ciertos temas de la mente humana. Como muchos otros locos, estaba dotada de una poderosa inteligencia, que no dudaba en demostrar, sólo cuando no estaba empeñada en no demostrar nada a nadie. Vivir su particularidad de mundo dentro del mundo en común era su propósito diario, su tarea, su deseo y la fuente de sus más fuertes penurias y miserias. Si por ella hubiese sido ya habría exterminado al resto de la humanidad, aunque hasta que no se eliminara a ella misma nunca escaparía de la sociedad enjuiciadora de la que soñaba escapar, así que se limitaba a auto hacerse creer que todo esto era verdad, para no demostrarse a sí misma sus verdaderas aspiraciones: crear un imperio con su nombre grabado en los gigantescos pórticos de entrada, entrada vetada y controlada por una mujer pseudo-gnomo omnipresente, por supuesto.

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